JUEGO DEL ESCONDITE
Erase una
vez hace mucho tiempo un jardín donde las virtudes y los vicios, los sentimientos y las cualidades de los hombres se reunían después de sus correrías
por la tierra de los humanos. Ese jardín era enorme, no tenía valla o verjas
que lo limitaran. En medio de ese jardín había un lago y alrededor de ese lago
solían descansar virtudes y vicios en paz y armonía.
Un día
especialmente tórrido estaban todas las virtudes y todos los vicios
desperdigados por el prado que rodeaba el grandísimo lago. Allí estaban la paz,
el amor, la cólera, la traición, la verdad, la esperanza, los celos, la
justicia, la humildad, la locura y muchos más, Todas tumbadas y aburridas en el
verde prado.
-Estoy
Aburrida -dijo la locura- ¿Por qué no jugamos a algo?
Todas las
virtudes y todos los vicios coincidieron en que les apetecía jugar a todos
menos a.
-Bueno –dijo
la premura -¿A qué jugamos?
-No sé
–respondió la indecisión encogiéndose de hombros.
-Podríamos
jugar al escondite –propuso la imaginación.
El entusiasmo bailó
secundado por la euforia, la alegría dio tantos saltos que termino por
convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar: La verdad prefirió no esconderse, para
que?, si al final siempre la encontraban; y la soberbia opino que era un juego
muy tonto pero en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido
suya; la cobardía, la cobardía prefirió no arriesgarse y la discordia se
alejó refunfuñando.
-¡Vale! Yo
cuento –dijo la locura.
Y se puso a
contar como sólo la locura sabe “uno, tres, perro, nueve, dos mil, función,
seis, catorce, estrella, palabra, palidez, dos, agua, cien…” y siguió contando
mientras los demás se escondían. La mentira dijo: “me voy a esconder debajo de
estas piedras”, pero mintió y se escondió debajo del lago. La fidelidad se
escondió detrás de un hermoso arce y junto a ella se escondieron los celos, por
temor a que alguien tocase a su compañera. Detrás de un enorme olmo se escondió
la fuerza, mientras que la ligereza lo hacia detrás de unas cañas. La paz se
escondió detrás de un olivo y la cólera se camufló en la cola de un escorpión.
La caridad, que se había escondido detrás de un avellano, cedió su puesto a la
indecisión, a la que ningún lugar le parecía apropiado para ocultarse.
Por ultimo,
sólo quedaba el amor, ¿dónde me escondo, dónde me escondo?, se preguntaba, y al
final se escondió dentro de un palo de rosa. Mientras los demás se escondían,
la locura seguía contando “doce, chocolate, la la la, madre, ¡ya voy!” y
comenzó a buscar a sus amigos.
Cuando la
locura se dio la vuelta, se encontró con la pereza, que se había quedado junto al
árbol donde contaba la locura por no moverse, después encontró a la violencia,
que había señalado su paso con un rastro de hierba quemada y palomas muertas.
Uno a uno todos los vicios y todas las virtudes aparecieron bajo la mirada
inquisidora de la locura. La torpeza, que se había escondido sobre las alas de
un pato, se cayó cuando la locura pasaba a su lado y también fue descubierta.
Al final, y
después de haber encontrado a todos los demás, sólo quedaba el amor, pero nadie
conseguía encontrarle. Buscaron entre las piedras, pero no estaba; buscaron en
los riachuelos, pero no estaba. Incluso buscaron en el sol y las estrellas,
pero allí tampoco estaba el amor. Al final, cuando la locura ya daba por
perdido el juego, la traición se acercó y le dijo al oído susurrando “el amor
está escondido en la rosa”. La locura comenzó a dar saltos de alegría y, con un
cuchillo que le tendió la crueldad, empezó a apuñalar el palo de la rosa -¡sé
que estás ahí!, ¡sé que estás ahí!- gritaba la locura, mientras acuchillaba una
y otra vez el suave tronco. El amor salió gritando de dolor. La sangre cubría
su rostro y las marcas de dos cuchilladas ocupaban el lugar donde antes estaban
sus ojos. El amor se había quedado ciego por los golpes de la locura. Todas las
virtudes y todos los vicios comenzaron a llorar por la ceguera del amor, pero
no consiguieron sanar sus ojos muertos sin poder derramar una lágrima. Pero
pronto la locura encontró una solución. Estas fueron las palabras que
pronunció: “no te preocupes amigo amor, porque aunque te hayas quedado sin
ojos, no te has quedado sin vista. Yo seré a partir de ahora tus ojos y te diré
en que corazones tienes que posar tus suaves besos y donde tienes que dirigir
tus flechas. Coge mi mano y pasearemos siempre juntos”.